Reducir el porcentaje de proteína animal en nuestra alimentación se ha convertido en uno de los puntos clave para proteger la salud humana y también la salud del planeta. Aunque la disminución del consumo de proteína animal alivia las tensiones sobre el medio ambiente, también es posible que tenga un coste, según indican las investigaciones más recientes (1).
Si no se planifica con cuidado, una alimentación con poca proteína animal podría tener efectos negativos en la riqueza de la flora y de la fauna mundiales, que pueden sufrir como consecuencia de los cambios en las prácticas agrícolas.
Estos hallazgos, obtenidos mediante modelización de dietas, ha generado la necesidad de seguir investigando para encontrar el grado óptimo de proteína de origen animal conforme vamos orientándonos hacia dietas de origen vegetal, más sostenibles. Según las investigaciones, la dieta moderna debe tener en cuenta todas las influencias sobre la alimentación sostenible y es posible que exija cambios radicales en nuestra agricultura.
Modelización de dietas sostenibles para la salud humana y la del planeta
Las tensiones medioambientales que genera el sistema alimentario global se deben fundamentalmente al alto porcentaje de productos de origen animal que incluimos en nuestra alimentación (2). Por eso, reducir la proporción de alimentos de origen animal que consumimos puede reportar enormes beneficios en el medio ambiente (3) y es uno de los objetivos clave de las políticas alimentarias para aumentar la sostenibilidad (4, 5). Pero, dado que los productos de origen animal son una fuente importante de proteínas y micronutrientes, reducir su consumo también entraña el riesgo de que la alimentación se vuelva menos asequible o menos adecuada (6, 7). Es posible que con esas dietas optimizadas cueste más alcanzar las cantidades necesarias de algunos nutrientes (calcio, vit. B6 o B12, vit. D, yodo), porque en algunos casos son micronutrientes que solo se encuentran en los alimentos de origen animal.
Un equipo de científicos franceses se ha centrado en este dilema, investigando los pros y los contras medioambientales de reducir la proteína animal en nuestra alimentación (1).
Con anterioridad, ya se había analizado la cantidad mínima de proteína animal necesaria para cumplir todas las recomendaciones alimentarias respecto a los nutrientes (8). En esta nueva publicación, se ha usado una base de datos francesa de dietas de personas adultas y han desarrollado cinco dietas modelo con bajos niveles de proteína animal para distintos grupos de adultos en función del sexo y la edad. Las dietas observadas no cumplían las recomendaciones en cuanto a nutrientes; estas otras dietas con bajos niveles de proteína animal, contenían en cambio, la cantidad mínima de proteína animal para cubrir las necesidades nutricionales —alrededor del 50 % de las proteínas obtenidas a través de la alimentación— minimizando al mismo tiempo los cambios en la cantidad y la asequibilidad de los alimentos que se consumen.
Las dietas con menos proteína animal contienen más fruta y verdura frescas (+103 %), legumbres, patatas y productos de cereales sin refinar (+142 %), más huevos (+96 %), más productos lácteos —con variaciones dentro de esta categoría: más leche (+222 %), la misma cantidad de yogur y menos queso (-97 %)— y, por supuesto, menos carne (-66 %).
Del campo a la mesa: seguimiento del impacto ecológico
En esa investigación, se llevó a cabo un análisis del ciclo de vida para comparar el impacto medioambiental de las dietas modelo con bajos niveles de proteína animal y las otras dietas francesas típicas que se habían observado con anterioridad, en las que alrededor de 70 % de la proteína consumida era de origen animal. Se hizo el seguimiento de distintos factores ecológicos en el recorrido «del campo a la mesa», como el cultivo, el procesamiento, el envasado y el embalaje, el transporte, la venta al por menor, el uso por parte de los consumidores y la eliminación de residuos. He aquí las conclusiones:
Reducir el consumo de proteína animal tiene efectos positivos en el medio ambiente
Los resultados de la investigación apuntan a que bajar el porcentaje de proteína animal del 70 % al 50 % en la ingesta total de proteínas podría aliviar de forma significativa varios de los principales factores de tensión ambiental. Se observaron diferencias similares entre las dietas típicas y las dietas con bajos niveles de proteína animal en los cinco grupos de adultos analizados:
- Emisiones de gases de efecto invernadero: los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron un 30 % en la modelización de dietas con bajos niveles de proteína animal, cosa que podría contribuir a frenar el cambio climático.
- Acidificación: las emisiones de gases acidificantes, que pueden ser perjudiciales para el suelo y la calidad del agua, cayeron un 40 %.
- Ocupación del suelo: la superficie de suelo necesaria para producir alimentos se redujo un 35 % en el caso de las dietas con bajos niveles de proteína animal.
- Demanda de energía: el consumo de energía en el ciclo de vida completo de los productos alimentarios cayó un 24 %.
- Eutrofización marina: el vertido de nutrientes a medios marinos como consecuencia de la emisión de compuestos de nitrógeno se redujo un 13 %.
Disminuir el consumo de proteína animal también puede tener efectos negativos sobre el medio ambiente
La investigación reveló algunos aspectos menos positivos de las dietas con bajos niveles de proteína animal, sobre todo en lo que respecta al uso del agua y la biodiversidad:
- Eutrofización del agua dulce: el vertido de nutrientes a medios de agua dulce como consecuencia de la emisión de compuestos de nitrógeno o de fósforo aumentó un 36 % en las dietas con bajos niveles de proteína animal.
- Uso del agua: la cantidad de agua necesaria para producir alimentos incrementó un 41 % en las dietas con poca proteína animal.
- Pérdida de la biodiversidad: se estima que la pérdida de especies asociada a los cambios en el uso del suelo como consecuencia de la producción de alimentos se eleva un 66 % en el caso de las dietas con bajos niveles de proteína animal.
¿Cómo podemos llegar a un equilibrio entre los efectos contradictorios sobre el medio ambiente?
Los resultados de este estudio de modelización parecen indicar que reducir el porcentaje de proteína animal que consumimos al 50 % de nuestra ingesta total es compatible con nuestras necesidades nutricionales, la asequibilidad de la dieta y las restricciones del consumo, pero puede tener efectos contradictorios en el medio ambiente. Así pues, hay que abordar con mucha cautela cualquiera de estos cambios hacia dietas con niveles más bajos de proteína animal para tratar de compensar esas contrapartidas medioambientales.
Según los investigadores, cuando planificamos dietas sostenibles, además de cubrir todas las necesidades nutricionales de la población (teniendo cuenta la edad, el sexo y las particularidades de la condición física de cada persona), es importante plantearse todos los aspectos de la sostenibilidad. En la modelización, se mostró que los beneficios medioambientales se debían a la disminución del consumo de carne roja, pero también surgió la preocupación de su repercusión en la biodiversidad. La mayoría de los problemas medioambientales relacionados con el uso del agua eran consecuencia del aumento del consumo de fruta y verdura frescas, así como de pescado azul.
En la investigación se propone que cambiar los porcentajes de productos de origen animal y vegetal de nuestra alimentación tal vez nos exija transformar nuestras prácticas agrícolas y nuestros sistemas alimentarios para afrontar los desafíos relacionados con el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y el consumo de agua.
«Aunque el cambio hacia dietas con más productos de origen vegetal, sobre todo en los países occidentales, se ha visto impulsado, todavía no se ha determinado la proporción óptima de proteína animal compatible con la sostenibilidad de la dieta. «